martes, 26 de abril de 2016

Relato propio: Luz de invierno.



Luz  de Invierno

La noche soplaba en la escasa hierba de aquel sitio desolado. No había ningún otro movimiento. Desde hacía años en el casco del cielo inmenso y tenebroso, no volaba ningún pájaro. Tiempo atrás, se habían desmoronado algunos pedruscos convirtiéndose en polvo. Aquel sitio desolado, oscuro, había sido su hogar por mucho, mucho tiempo. El hombre, Alfred Sawyer, era solitario y de mirada dura. Cabellos negros como la noche y una contextura física imponente.
Aquella tarde de junio, el frío se había vuelto insoportable y él debía salir a cortar leña para la chimenea de su vieja choza. En aquellas tierras, los árboles crecían durante la primavera con una rapidez indecible, y luego, en invierno morían de una forma cruel. Era un genocidio arbóreo. Alfred –que se había abrigado con pieles de oso para no morir congelado en las afueras de su austera cabaña –iba con hacha en mano a talar leña para la fogata. Habiendo terminado, el hombre volvía a su hogar. La choza era simple pero acogedora. La había construido su abuelo hace varias décadas atrás, cuando el lugar era un escondite perfecto de la guerra, pues igual que en ese entonces, no era habitado por nadie, y las gentes de los pueblos contiguos temían acercarse a esa zona por miedo de antiguas supersticiones e historias de fantasmas y maldiciones que se habían propagado sobre esas tierras y sus bosquecillos.
Alfred, que yacía ahí, calentándose junto al fuego, pudo oír fuera un oscuro lamento. Era el viento, y a su vez, algo más profundo. El sollozo lo llamaba. Él seguiría aquella música de la noche. Estaba hechizado por toda esa bella malevolencia sonora. Salió de su casa. Miró en derredor. Una figura pequeña y luminosa corría en la oscuridad y se perdía en el bosque de árboles muertos. La música oscura, triste, desoladora, no paraba de sonar. El canto se alejaba, pero él, percibía con claridad cada nota.  Corrió detrás de la pequeña figura y se adentró en el bosque; allí los reflejos de luz proyectaban sombras y la luna que era inmensa, cubría todo de un misticismo aterrador. En un momento la pequeña figura luminosa se detuvo y Alfred pudo dar con ella. La miró. Sintió un escalofrió recorrer todo su cuerpo. Aquel ser de luz, era una pequeña niña.

–¡Niña! ¿Quién eres? –había dicho Sawyer. –¡Habla niña!

La niña lo miró.

Alfred Sawyer, antiguo coronel del ejército, retirado luego de un dudoso suceso que le involucraba en el asesinato de una niña de 7 años, retrocedió. Aquella niña de intrínseca luz, avanzaba hacia él. Lo escrutaba con avidez casi demente. Se acercaba. Sawyer, pese al frío, transpiraba. Se acercaba. El fuego de su chimenea era sacudido por acción del viento. Había escapado de un mal sueño. Una soga se trenzaba alrededor de su cuello. Comenzaba a levitar en la sala de su propia choza. Miró hacia abajo. Una preciosa carita le sonreía en forma burlona. Sus ojos verdes que se clavaban en él, delataban que la venganza había sido consumada. No caminaría sobre la tierra otra vez.  

miércoles, 30 de diciembre de 2015

Publicación de fin de año: Lo mejor que leí en el 2015

El año se nos va, como se nos escapa todo. Granos de arena que se escurren por nuestros dedos -o más o menos así lo habría dicho Poe -. No quiero caer en los típicos, monótonos y predecibles "balances del año" que la gente publica en Facebook con tanta insistencia y que a mí, en particular, me aburren en demasía. Por eso me propuse algo distinto: una lista de los diez mejores libros que leí durante el año.
Siempre me digo que es importante que un libro te deje algo, y no me refiero a una enseñanza del tipo moral, prescriptiva, una enseñanza de vida. No, no lo considero necesario; un libro -siempre estoy hablando desde mi perspectiva -puede dejarte una descripción, una metáfora, una frase, un pensamiento, una escena, un personaje; puede dejarte muchas cosas, también enseñanzas de vida, claro. Son esas cosas las que importan. Entonces diría ¿Cuándo un libro realmente me gustó? Cuando al cerrarlo y al tiempo, me queda la certeza de haber leído algo que valió la pena, algo que completó algo de alguna forma en mi interior. Entonces empecemos. (Cabe aclarar que esto es una lista, no un ranking).



1. Ernesto Sábato - Abaddón, El Exterminador: Lo pongo primero, no porque sea el mejor -como dije, no se trata de un ranking -sino porque quizá es uno de los que más me gustó leer. Me queda un recuerdo muy grato de algunos personajes: Sabato, Nacho, Bruno... Es una novela vanguardista, oscura, pesimista pero con un rayo de luz, hay esperanza. En algún punto de la novela se hace imposible no remitirse a Roland Barthes y la muerte del autor. La novela termina con esa especie de trilogía que Sábato había comenzado con El Tunel (1948) y que había sido sucedida por Sobre Héroes y Tumbas (1961) -para muchos, una de las mejores novelas de la literatura argentina -; como dije antes, vanguardista, de estilo oscuro, abrumador y paranóico, Abaddón sabe sumir al lector en esos personajes entrañables y a la vez despreciables que Ernesto Sábato ha parido con la tinta de su pluma. 

2. Popol Vuh - Traducción de Adrián Recinos: Comencé a leerlo con algo de recelo y algunos prejuicios. Los mitos cosmogónicos de la cultura Maya-quiché supieron darme lo que muchas novelas de autores contemporáneos no. No me pregunten qué es. Esos mitos vienen marcados, de alguna forma, con algo que sabe llegar al lector. La creación, el descenso a los infiernos, la idea de la resurrección, la existencia misma. Como todos los escritos que versan sobre el origen y la dirección del hombre y de todo lo que lo rodea, el Popol Vuh resulta un libro exquisito. Lo leí en el marco de una materia en la universidad entre colectivo y colectivo. Elegí la traducción de Recinos. Me queda pendiente para alguna otra vez, la traducción de Chavez. 

3. Miguel Ángel Asturias - Hombres de Maíz: Lo leí en el marco de la misma materia que al Popol Vuh. Una lectura difícil para mí. Resultó un verdadero desafío, si he de ser sincero. Pero valió la pena. Cada página está repleta de metáforas y de descripciones sin igual; el estilo poético de Asturias, si bien traba la lectura, la dificulta, también la hace más amena. Miguel Ángel Asturias no sólo supo reescribir el libro del consejo, sino que lo hizo en forma magistral, circular, casi como si de una tragedia griega se tratara -aunque no hay nada de clásico ni de latino en su libro, cabe aclarar -.
La novela no sólo funciona como reescritura del Popol Vuh, sino que viene a plantearnos un problema relacionado al indígena, a los mitos, a lo sagrado y a aquellos que son ajenos a esto: los ladinos. ¿Es el maíz sólo una mercancía con la cual comerciar, como el chocolate, los perfumes o los autos? ¿O es un alimento sagrado que el hombre debe sembrar para sí y su familia con sus propias manos, alimentando a sus dioses y a él mismo?

4. Calderón de la Barca - La Vida es Sueño: Otra obra leída en la universidad. Calderón y su conosidísimo drama filosófico lograron atraparme, contrario a lo que pensaba antes de comenzar su lectura, es una obra que se lee muy bien. Se entiende y deja, al terminar, un sabor agradable en la boca. El teatro y los dramas no son mis lecturas preferidas, pero Calderón lo logró. La evolución de los personajes, el argumento, la idea de la vida como sueño... Todo cuaja perfecto y como lector, no puedo dejar de sentir regocijo al pensar en esas páginas leídas. 

5. Jorge Luis Borges - El Libro de Arena: Borges, con cada lectura, crece. Cada cuento, cada ensayo, cada poema, hace que admire un poquito más a este señor. El libro de Arena es una recopilación de cuentos más que loable. Jorge Luis sabe sorprender y dejar a sus lectores con ganas de leer otro cuento más. Cabe mencionar para aquellos curiosos que no se animan a acercarse a Borges, un par de cuentos que se encuentran en este volumen: "Úlrica", "El Otro", "El Espejo y la Máscara" y el que da título a la compilación, "El Libro de Arena". Recomiendo mucho estos cuentos. 

6. Fiodor Dostoievsky - El Jugador: Siempre que agarro una novela de Fiodor, la agarro con cierto recelo. Yo sé que es genial, que una vez que la empiece va a atraparme. Pero, sin embargo, se me presenta como un autor imponente. Lo comencé a leer y todo fue muy rápido. El maestro ruso, como siempre, nos deslumbra con esas excursiones a las mentes y las almas de sus personajes. Una novela autobiográfica, que sabe golpear contundentemente al lector. Ya lo decía Julio Cortázar, la novela gana por puntos, y Dostoievsky siempre nos apalea. 

7. Edgar Allan Poe - El Cuervo y otros poemas: Voy a ser breve. Lo de Poe es siempre majestuoso. Albergaba esperanzas de tener tiempo de leer sus Cuentos Completos antes de que acabara el año, pero no será posible. Sin embargo, pude darme el lujo de leer estos poemas del autor norteamericano que más admiro; melancolía y oscuridad son las palabras clave. Poe es un romántico que se expresa con pluma maestra. Recomendado a aquellos que gusten de leer poesía. 

8. Franz Kafka - El Proceso: ¿Qué es algo Kafkiano? La respuesta está en esta novela. Caos, confusión, desorden. Ese universo caótico de Kafka se hace corpóreo en El Proceso. Josef es procesado y no sabe ni siquiera por qué. Todo sucede como en una especie de espiral o embudo, velozmente y sin ninguna razón concreta, sin ninguna explicación. Josef pasa por el proceso de deshumanización de la sociedad humana. Una novela que logró ponerme los pelos de punta y hacerme usar el cerebro -tres hurras por Kafka -. Si sos uno de esos lectores que buscan toparse con un muro enorme y abrumador en una lectura, vas a disfrutar leyendo El Proceso

9. Albert Camus - El Extranjero: Leí esta obra inmediatamente después de terminar El Proceso. Camus, con un estilo simple, viene a presentarnos a un personaje extraño. Un personaje con una escala de valores diferente. Un extranjero en la sociedad humana. Su actitud indiferente hacia todo aquello que acontece frente a su nariz lo lleva -en una serie de acontecimientos -al homicidio y posteriormente, es condenado a muerte. Una novela angustiante que lleva a plantearnos el absurdo en la existencia misma. 

10. Robert Louis Stevenson - La Isla del Tesoro: ¡Buen día, aventura! Una novela que llevaba años queriendo leer y que por uno u otro motivo, no había podido hacerlo. En las vacaciones de invierno me alisté en La Hispañola y viví algunas aventuras junto a Jim Hawkins. Stevenson ya me había demostrado antes de lo que era capaz en relatos como El Diablo en la Botella, o la super conocida Dr. Jekyll y Mr. Hyde. Pero esto es otra cosa, un estilo mucho más simple, pero entretenido y llegador. Capítulo a capítulo uno se desliza entre estas páginas con gran intriga, devorando con avidez el relato de lo que sucede a los aventureros. La Isla del Tesoro es una de esas novelas que el lector llevará siempre en su memoria. Si lo tuyo son las aventuras, las tierras lejanas y el misterio, te recomiendo esta lectura. Seguro quedarás encantado. 

Quedaron muchos libros afuera de esta lista y me quedaron varios libros por leer en este año. Pero es una lista bastante justa. Creo que son los diez que merecen estar. Deseo al lector un feliz año nuevo. 

domingo, 27 de septiembre de 2015

Relato propio - El espejo y la daga

Había salido de trabajar cuando el sol se escondía. Llegué a mi casa cansado, con la cabeza gacha y la mente entre pensamientos que eran como páginas de un libro que nunca comenzó a ser escrito y que nunca acabaría de serlo. Me desvestí y me puse cómodo. Puse la pava y luego me hice un café. Comencé a leer “El Corazón Delator”. En la mesa otros libros me rodeaban y me pedían –Sí, ellos explícitamente me pedían y suplicaban –que los leyera; ahí se encontraba Crimen y castigo, de Dostoievsky; El túnel de Ernesto Sabato; El libro de arena y El aleph de Jorge Luis Borges. Leía lenta y delicadamente cada página de aquel cuento, saboreando cada palabra y sintiendo cada momento como si estuviese inmerso en él. Me sentía atrapado y no deseaba, por el momento, que nadie me liberara.
Cuando hube terminado mi tiempo de lectura, tomé mi campera, mis lentes, mi celular, mi daga de plata y un trozo de tela que había cortado esa misma mañana (Guardé ambos en el bolsillo de mi campera). Estaba decidido a hacer un acto de amor, pero primero era necesario caminar sin rumbo fijo, casi al azar (Sé que no existe el destino, pero tampoco puedo afirmar que los eventos de la existencia son azarosos) para tomar aire, mirar la ciudad y estar convencido de que quería realizar lo que, en efecto, tenía planeado hacer.
Salí a la calle y el viento gélido de la noche me envolvió acariciándome a cada segundo con las yemas de sus dedos invisibles. Caminaba y miraba las vidrieras, la ropa, los maniquíes, los electrodomésticos, los empleados. Armaduras de cartón forjados en la fragua de la irrealidad. Me dirigí hacia la peatonal siguiendo mi pseudo andar azaroso. Sólo quería caminar. Anduve entre la gente alucinada por la noche y me escruté en espejos, viéndome desde todos los ángulos, desde todas las formas, todos los colores, todas las profundidades. Me escruté en los espejos y los espejos se escrutaron en mí. Encontré un bar pequeño, ameno, austero, simpático. Entré.
El lugar –pequeño, austero, simpático, como ya lo he descripto –tenía en su entrada un cartel de madera que rezaba “Los Hermanos”. Más adelante una fila de mesas para dos personas se extendía paralela a la barra que –cercada de asientos individuales que la enfrentaban –mostraba un importante arsenal de bebidas cuya gran mayoría yo desconocía. El mozo que me atendió, que en principio pude divisar tras el incalculable arsenal alcohólico en la barra, era petizo, casi calvo –el poco cabello que le quedaba había sido invadido por una hueste de canas –rostro enrojecido en parte por el calor y en parte, seguramente, por la bebida y un bigote bajo la nariz, que pese a su gris, no evitó que yo pensase en Mario Bros. El mozo me saludó muy amablemente y me preguntó qué iba a pedir. “Una cerveza”, le dije mientras sacaba del bolsillo de la campera un cigarrillo. “Le traigo también un cenicero”, dijo Mario Bros mientras esgrimía una sonrisa paternal y cálida como la de un abuelo. Mientras esperaba al mozo y mi cerveza, saqué la daga de plata de mi campera, junto con el trozo de tela. Comencé a limpiar el primer objeto mientras observaba el grabado que había hecho en él mi padre décadas atrás. Cogito, ergo sum. Mi padre, un poeta olvidado de los bares de la ciudad de Buenos Aires, ciudad que yo recordaba con esa especie de resplandor onírico que siempre envuelve nuestros recuerdos infantiles. Mi padre. Cogito, ergo sum. Unas escenas recorrieron mi cuerpo rápido y con emoción.
Levanté la cabeza de encima de mi daga y su grabado y me encontré con que el mozo y mi cerveza llegaban hasta mí. Le recibí la botella, los vasos y un poco de maní. Le agradecí con una sonrisa cordial esperando a que el simpático anciano se retirara rápido. Una vez que Mario Bros se retiró, me serví un vaso y seguí pasando el trozo de tela sobre mi preciada daga. Al rato de haber comenzado a beber, guardé ambos objetos en mi campera y me dediqué a escuchar a dos hombres que estaban a mi lado.
Era una conversación de borrachos.
–Gracias –le había dicho uno al otro –la noche sería más oscura sin amigos como vos.
Intercambiaron cumplidos como “Hermano” e “Ídolo” algunos minutos. Observé que aquellos muchachos de verdad se amaban, pero no lo suficiente. Ningún ser humano –o casi ninguno –está preparado para hacer lo que se debe hacer por el prójimo. Quizá la humanidad lo ha sospechado desde un principio. Es imposible amar al prójimo tanto como a uno mismo. Cerré mis ojos y di el último trago a mi cerveza. Hice una seña al mozo y pagué la cuenta. Me despedí con una sonrisa y una palmada en el hombro de Mario Bros.
Se acercaba la medianoche y la imagen de Daniela atravesó mi mente como una estrella fugaz. Debía apresurarme e ir a visitarla. Me interné en las arterias de la ciudad y las recorrí con verdadera prisa. Yo amaba a Daniela. Nadie que opine lo contrario entiende de qué se trata realmente el amor. El clima comenzaba a notarse ya inestable; habría tormenta esa noche, en el noticiero lo habían anunciado. Llegué a su casa. Una pequeña casa de barrio, linda, acogedora, una casa de familia para ella sola. La había conocido un año atrás (Me refiero a Daniela, no a su casa) en un show de música. Comenzamos charlando sobre lo que teníamos frente a nuestras narices y los grupos musicales relacionados. Poco a poco, fuimos conociéndonos. Ella nunca me presentó a su familia, ni espero que lo haga. Sólo ella me interesa. 
Golpeé la puerta y al cabo de unos segundos, ella me abrió. No me dijo palabra alguna y saltó a mis brazos. Entramos y ella me preparó un té. Me dijo que estaba mojado “Tenés que dejar de andar por la noche de esa forma y de venir sin previo aviso” me había dicho. No le presté atención. Me acerqué para besarla mientras me daba la espalda, la abracé fuerte. Fui donde estaba mi campera y saqué el trozo de tela. Volví a ella y se la coloqué en forma de venda. Pude verla sonreír. Ella debía haber intuido que lo que venía era un acto de amor, un verdadero acto de amor. Volví hacia donde había dejado mi campera, empuñé mi daga y cerré los ojos. Ella no lo vería y yo no lo vi. No hubo testigos y lo que fue siguió siendo lo que era. No dejó de ser la demostración más grande de amor que un humano puede hacerle a su semejante. Sin verla, salí de la casa. Ya estaba hecho y yo lloraba de alegría. 

jueves, 29 de enero de 2015

IT (Eso) de Stephen King - Reseña: El Terror Flota


King, Stephen. (1986). IT (Eso). Debolsillo.


Algunas consideraciones iniciales

Comenzar a decir algo sobre esta novela es difícil. Es sabido que el autor de Maine tiene en su haber algunas verdaderas obras maestras y otros libros simplemente olvidables. Déjenme declarar que IT (Eso) se encuentra en el primer grupo. Luego vale la pena decir que es una novela de 1502 páginas y que -aunque están completamente justificadas -requiere de un verdadero acto de voluntad abordar un libro con un volumen semejante. El lector empleará el tiempo en el que podría leer otras cuatro o cinco obras más cortas en leer esta novela del autor de Portland, Maine. Pese a esto déjenme decirles que es una obra realmente loable. Usted, lector, la pasará en grande junto a Bill, Richie, Ben, Beverly, Eddie, Stan, Mike y... Eso.

¿De qué va esta novela?

La obra se inicia con el asesinato del pequeño George Denbrough, que a su vez, inicia el ciclo de asesinatos de Eso. King nos narra -como sucede con sus grandes novelas -con un pulso mágico el verano en el que siete muchachos de aproximadamente once años se hacen grandes amigos y -además -descubren qué era lo que se encontraba detrás de esa serie de asesinatos que comenzaron con el hermano menor de Bill Dembrough (George). Otro aspecto que vale la pena destacar es que la mayoría de los acontecimientos narrados ocurren en dos temporalidades distintas. Una, a la que ya hemos hecho referencia, es en 1957/1958, cuando Los Perdedores aún eran niños; la otra, 1985, cuando Los Perdedores han alcanzado la edad adulta. Lo que aquí sucede es que, luego de haber vivido veintisiete años sus vidas en tranquilidad, una promesa infantil los hace volver a Derry para volver a enfrentarse -como lo hicieran en aquel verano de su niñez -contra Eso, que después de haber dormido tanto tiempo, vuelve a despertar y aterrorizar a Derry. 
Vistos esos primeros aspectos de la novela, creo que hay algo que al lector seguramente ha de interesarle. ¿Qué es Eso? "Eso" es algo que aparece a los niños en la localidad de Derry y que, normalmente, disfrazado de payaso, asesina y mutila a sus victimas. Eso es el porqué de la violencia en Derry, como más tarde descubrirán los protagonistas. Eso, Pennywise, Bob Gray, El Hombre Lobo, El Leproso... En una interpretación más personal, Eso es el miedo mismo, el miedo que se alimenta de más miedo y dolor. Es el miedo, que tiene el carácter de polifacético y puede cambiar de forma. Sobre los orígenes de Eso, mejor no hablar. Baste decir que se encontraba en Derry inclusive antes de que ésta se fundase, no queremos echar luz sobre absolutamente todos los aspectos de la novela, pues no es mi intención narrar todo aquí. No pretendo -ni puedo -agotar el contenido de una novela tan extensa en estas lineas.
En cuanto al tratamiento del libro en sí, podemos decir que en su mayoría se encuentra escrita en tercera persona, aunque nos topamos con algunos interludios escritos por Mike Hanlon -uno de los siete chicos, que es el que se queda allí aguardando y esperando en busca de señales de que Eso ha despertado -donde a modo de diario, nos cuenta los sucesos sucedidos en Derry los últimos tiempos desde su perspectiva, y aún más importante, la oscura y violenta historia de su pueblo. Esta forma de narrar sumado al hecho de que King se toma su tiempo y se da el lujo de contarnos detenidamente los pormenores de la vida personal de cada personaje, a fin de que entendamos todos los porqués de los sucesos que se dan en IT y nos dan una perspectiva total de los hechos, justificando así su volumen titánico.
Este libro plantea dos ideas que, a mi pensar, son geniales. La primera -y más importante, según mi parecer -la idea del poder de la imaginación, el poder de la fe. "La fe mueve montañas"; la segunda, es la idea que ya nombré anteriormente, el miedo como algo polifacético, el miedo que es capaz de cambiar de forma y alimentarse de más miedo. Estas dos ideas son las que vienen a converger en una aventura en donde la imaginación y la fe, se enfrentarán a la oscuridad y el miedo con la convicción de salir victoriosos.
El autor de Maine ha trabajado para darle a esta obra un enorme sentido de la fatalidad y la esfericidad. Eso es Ka y los lectores de lo que el propio King ha dado por llamar su "Mágnum Opus", la serie de novelas "La Torre Oscura", lo entenderán. El autor también trabaja otro concepto además de el de "Ka", y ese es el de Ka-tet (Concepto utilizado en la saga de novelas de fantasía y ciencia ficción ya nombrada). Así como "Ka" es un concepto que se asemeja al de fatalidad y destino, podemos decir que se denomina "Ka-tet" a un grupo de personas que han sido reunidas por el Ka, que es como la rueda del destino. Esta idea de un encuentro irrevocable, de cosas que debían ser, esa profunda noción de fatalidad, inunda la novela haciéndola crecer en forma monstruosa. Haciéndola FLOTAR.
IT (Eso) es una novela en donde el terror, la aventura, la amistad, el amor y un ambiente nostálgico pintado con luces y sombras, convergen para dar a luz a una de las obras fundamentales en la carrera de Stephen King. De estilo informal y certero, con un argumento firme y convincente esta novela sabrá atraparte desde un comienzo entre sus fauces, haciéndote flotar un poco más a cada página, porque, amigo, en IT, todos flotan. 

lunes, 19 de enero de 2015

Homenaje a Edgar Allan Poe: 206 años

   Bien. Yo sé que estamos todos muy conmocionados con la muerte del fiscal Nisman. Lo entiendo. Pero... ¿No hay un lugar en las redes sociales para homenajear a Poe? Bueno, yo he hecho lo propio y lo sigo haciendo por acá. 
Edgar Allan Poe fue un escritor norteamericano cuyos cuentos han sido una influencia inefable para generaciones y generaciones de escritores. Cortázar, Borges, Vargas Llosa, Victor Hugo, Oscar Wilde e inclusive algunos autores más contemporáneos y "comerciales" como J.K. Rowling y Stephen King por ejemplo, son deudores de los cuentos de Edgar Allan Poe. Esta breve lista es sólo para darnos una idea del legado del bigotito.
Personalmente me toca decir que siento un tremendo cariño hacia los relatos de este autor pues ha sido uno de los que me introdujo al mundo de la literatura –sobre eso hay que darle crédito también a tipos como J.R.R Tolkien y Stephen King –. Recuerdo a la edad de 16 años haber recibido para mi cumpleaños un librito con algunos relatos de este señor "El Gato Negro, El Escarabajo de Oro y otros relatos". El momento en que terminé de leer "El Gato Negro" fue el momento en el que empecé a admirar al autor norteamericano. 
De vida turbulenta y muerte oscura y misteriosa, Edgar Poe abrió en sus relatos una senda hacia lo siniestro y nos dejó ver, como por una persiana americana o la cerradura de una puerta, los episodios dolorosos que el autor tuvo que afrontar y canalizar mediante la literatura. 
Como siempre digo, los grandes quedan en la historia de la humanidad. Los grandes son inmortales y por eso he de desearle unos felices 206 años a nuestro Edgarcito. Generaciones de lectores seguimos, aún hoy, admirando tu talento plasmado en forma de cuentos y poemas. 

 A continuación, dejo un poema propio, homenaje a Edgar Allan Poe. "Nunca Más"

 Nunca más. 
Por la noche, por el día,
mientras suenan las campanas.
Nunca más. 
Mientras observamos el reloj de ébano,
mientras la muerte roja lo domina todo,
mientras es tu alma un gato negro. 
Por la noche, por el día,
mientras suenan las campanas,
por siempre, nunca más.

viernes, 26 de diciembre de 2014

Poema propio - Mi asesino


Las agujas del reloj
clavándose en mi pecho.
La sangre brotando a borbotones.
Las horas
poco a poco
tiñendose de rojo.
Caigo en batalla. Muero.
Mi asesino, el tiempo.

domingo, 14 de diciembre de 2014

Relato propio - Los que vienen de arriba


"En el amor desinteresado de un animal, en el sacrificio de sí mismo, hay algo que llega directamente al corazón del que con frecuencia ha tenido ocasión de comprobar la amistad mezquina y la frágil fidelidad del Hombre natural". Edgar Allan Poe.

         El patrón me manda a bajar. Dice que hay cosas que tengo que hacer ahí. Yo siempre le he sido obediente, y como estar acá arriba, en casa, me gusta más que la idea de bajar, le pedí quedarme. Pero no. Al final mi buen comportamiento me juega en contra. El patrón dice que me quiere para este trabajo porque yo he sido siempre el más bueno y el más obediente. Dos o tres de mis amigos –que siempre andan volando por ahí –se sorprenden de lo ocurrido y hablan de mí. Lo sé. Porque mirá vos, Gabriel que siempre fue tan obediente, aun en la época esa en que Luciano le propuso… Bueno, en la época en que Luciano se fue más abajo por insolente y soberbio. Todos se acuerdan ¿Cierto? Ahora tengo que pensar qué voy a hacer. Porque irse abajo (No tan abajo como Luciano esa vez) es dejar mis cosas de acá arriba siempre ordenadas. ¿Y después qué? La incertidumbre, el pisar el piso sucio de las calles que siempre miro de acá arriba, cruzarme con esa gente que no sé cómo será realmente. No sé. Quizá me vaya bien, pero tengo miedo o algo parecido, es saberme arraigado a este estado de pacifismo constante, y es saber que luego de irme no voy a estar así. Es que seguro voy a extrañar, y a eso le tengo miedo. 

Volví de lo de doña María. Esa señora es de lo más benévola que pueda uno imaginar. Estuve viendo todo el día, junto con ella que me ayuda a organizarme, qué va a pasar con mis cosas cuando me vaya, porque tengo mujer ¿Sabe? Yo tengo una vida, y una casa y un montón de responsabilidades acá arriba como para irme así como así, tranquilo y sin pensar en nada ni nadie. Quién iba a decir que después de tantos años… Es como dice Agustín, los otros se sorprenden de que me negara a la petición del patrón porque siempre fui el más buenudo del grupo. Nunca falta el que anda tratándome de chupamedias o algo parecido. Pero no importa. Yo sé que todos son muy buenos también, si fuese distinto no andarían volando de acá para allá todo el día atareados, sólo parando a la tardecita a descansar y tomar una cerveza con la gente que llega todos los días y no ha parado de llegar nunca. Me pregunto, por preguntarme nada más, si algún día este lugar se llenará y habrá que mandarlos ahí, más abajo, donde El Patrón mandó a Luciano cuando se hizo el cabrón. No creo que pase, aunque quién sabe… A veces el patrón tiene esas cosas; no digo que no sea bueno, pero a veces comete unas equivocaciones que te dejan helado. 

Qué bárbaro. Acabo de venir de recepción, de donde se inscriben los recién llegados y ahí había un señor bigotudo, yo lo conozco, escribía libros y la gente lo quería mucho, aparte era muy exitoso. El señor se había quedado demorado ahí por una cuestión de papelerío. Siempre es lo mismo acá. La gente que llega tiene siempre esos problemas. En fin. Yo iba a la oficina de Pedro, él me tenía que hacer un papeleo para poder bajar, porque a estas cuestiones hay que blanquearlas y nada, cuestiones burocráticas si se quiere. <<Vas a ver que es lindo abajo>> me dice Pedro que se lo veía ocupado con el papelerío de los recién llegados. Yo me encojo de hombros y no sé qué contestarle. Me inunda la incertidumbre porque vaya a saber uno a dónde voy a ir a parar. Quisiera quedarme cómodo acá, aunque sé que el patrón no me mandaría si no tuviese una buena razón para eso. Seguro el trabajo es importante. Salgo y me choco a otro de los recién llegados y me da risa, porque era un hombre de la comedia, éste hacía de un nene pobre y de un superhéroe que era muy torpe. Personajes muy tiernos. Lo saludé al señor y le dije cuánto admiraba su trabajo y seguí mi camino. Cuando llegué a casa hablé con mi mujer que estaba algo triste por toda esta situación de que me voy y de que no sabemos por cuánto tiempo será. Le di un beso y un abrazo y le dije que no se hiciera drama. Que volara en paz y yo volvería, que el tiempo allá abajo es más efímero y era todo muy diferente según cuentan los que han ido ya a trabajar ahí. Lloró un tiempo largo, sollozaba y me preguntaba por qué -¡imagínese! ¡Me preguntaba a mí! –y yo meta decirle que no eran decisiones mías y que en realidad no sabía, pero que las cosas se resolverían y ella estaría bien arriba, que se calmara por favor. 

Dejé todo en orden y empecé a bajar. En un momento empecé a sentir que me cubría de pelos y que las alitas de la espalda se me metían. Eso duele mucho. Me di cuenta de que no veía más y me asusté. Me sentía chiquito y cuando intentaba hablar me salía un sonido extraño. Siento una lengua –porque tiene que ser una lengua seguro –que me lame la cabeza y arriba, siento que algunos hablan re contentos <<Es re chiquito>>, <<Es re bonito, sí. Mirá el hociquito que tiene>>, <<¿Cómo le vamos a poner?>>. Ahora me maldigo porque me di cuenta. Me han mandado a cuidar a una familia de los de abajo, porque al parecer con uno solo que cuide de ellos no les basta.